NO ME CREEN

“Las ovejas negras de una familia son en realidad liberadoras de su árbol genealógico.

Miembros de la familia que no se adaptan a las reglas o tradiciones familiares, aquellos que buscan constantemente revolucionar las creencias. Aquellos que eligen caminos contrarios a las rutas bien vencidas de las líneas familiares, quienes son criticados, juzgados e incluso rechazados. (...) Estas llamadas ′′ovejas negras", las que no se adaptan, las que aúllan con la rebelión, en realidad reparan, desintoxican y crean nuevas ramas florecidas en su árbol genealógico. Dejá de dudar y cuidá tu rareza ′′como la flor más preciada de tu árbol. Eres el sueño de todos tus antepasados.”

Bert Hellinger

No uso palabras dulces, no halago a nadie, no tengo palabras almibaradas o amorosas en mi vocabulario. Soy dura, cortante, directa, a veces muy precisa, casi nunca amable, tosca, casi bruta, así hablo. Y también escribo. Vehemente, intensa, violenta, dirían algunas.

Cuando alguien me dice algo amoroso, dulce, cariñoso, creo que me está mintiendo o que me va a pedir algo, o me va a estafar. Nunca estuve en ambientes familiares amables, cariñosos, amigables. Tampoco en el colegio y tampoco en la militancia. Todos fueron ámbitos duros: exigentes, brutales. Por lo tanto, mis palabras también suenan duras, exigentes y terminantes.

Es como ser mujer, ser rubia, negra o china; es algo que no elegí, me formé así y no sé cómo eso se moldea. Me gustaría moldearlo como una pieza de arcilla: ¿uno puede moldear su carácter?

Recién conocí la ternura de grande, cuando mi  hija comenzó a mimarme, me sentí querida, amada. Ella, con sus gestos tiernos, me calentó el corazón.

Estoy enojada con el mundo, con este mundo que me exige cosas que no soy.

Pero también, estoy enojada conmigo por no poder cambiar eso.

Tengo relación con amigas que son amables, amorosas en el trato, algunas mantienen una sonrisa muy grata en sus gestos, yo las observo y las admiro, siempre tienen un sí: un modo positivo para resolver los inconvenientes.

¿Qué es peor? La imagen de sí, la impresión que creo doy afuera, o mi propio sufrimiento cuando miro desde mi conciencia y me doy cuenta de que eso es una compulsión. 

Descubrí por qué tanto enojo: registro de insuficiencia.

La crítica o el comentario por el cual no están de acuerdo algunas mujeres de las cosas que hago, digo o escribo, me enoja. No tanto por las otras, sino por mi propio registro de insuficiencia al no poder responder con claridad. Cuando me identifico con esto, me vuelvo confusa y lenta para darme cuenta.

La exigencia sobre mí es devastadora. Es allí donde me salta una compulsión muy fuerte que tiene que ver con el “no me creen”. Si estoy atenta, ese efecto tiene menor impacto en mi. 

Este trabajo de caída en cuenta gracias a la atención, me permite la  modificación del punto de vista, gracias a esto último puedo evitar romper todo.

El cómo hago esto es importante: tendría que tomarme unos minutos, todas las mañanas para darle tiempo a estas charlas internas que se me aparecen, sin culpas porque estoy apurada por algo. Después de estos reconocimientos, se me destrababan canales de caídas en cuenta.

Mientras escribo, paso fugazmente mi mirada por la ventana y veo el verde de los árboles ir transformándose de a poco en ocre por la llegada del otoño, observo la luz cambiante del día pleno de variados colores, hay otro espacio donde puedo entrar, una suave música me acompaña y danzo en el. En ese espacio mis meditaciones son poéticas. Me digo que es posible: esta vez la vida me da un permiso para que me tome mi tiempo amablemente.