Necesidad
Siempre me aparece la necesidad de escribir sobre algún tema de mujeres que me interpela, donde me doy cuenta que algo está naturalizado y tengo ganas de visibilizarlo; pero hoy fue diferente. Tuve la necesidad de escribir para ustedes, a partir de allí, un remolino de imágenes, recuerdos, anécdotas se atropellan unos a otros para ver cuál es el más importante.
Ellas: las que me cambiaron la vida, cuando
aparecieron, nada fue igual.
Bueno, es cierto que muchas experiencias me
cambiaron la vida, pero cuando mi cuerpo intervino, allí sí que todo fue
diferente.
La primera vez que me sucedió fue tremendo, una implosión que
no podía entender; perdía, de a poco, todas mis sensaciones habituales,
conocidas. Era desagradable, desestabilizador. De todas maneras, me fui
acostumbrando y mientras transcurría el tiempo, esas sensaciones espantosas
iban desapareciendo y comenzaban a ser cada vez más placenteras. Caminaba
feliz por la vida, viendo como me crecía todo.
No sabía que había dentro mío, nadie podía predecirlo,
así que yo me fui haciendo ilusiones, fantasías. Transitaba por un mundo
irreal.
El ser que habitaba dentro de mi cuerpo no me daba
descanso: pateaba, jugaba, hacía de todo en ese espacio pequeño, diminuto y
acuoso en el que crecía. Tenía fijado un día para nacer, pero se ve que estaba
tan calentito y cobijado que no quería salir, así que decidimos intervenir y,
en una cuasi guerra de todos los tipos y colores, con ayuda de varios
especialistas, te sacaron.
Naciste coloradita, enojada, refunfuñando, te
peleaste con todas tus fuerzas, ya estabas acá. Natasha te llamamos, para mí
eras Natuchy, Natu, Naty.
Un día de mucho cansancio, dolores e incomodidades,
acostada tratando de relajarme, con vos y mi mamá, de repente, tu bracito
pequeño se fue deslizando sobre la cama y con tu manita agarraste la mía. Un
contacto extraordinario con otra fuerza mensajera del universo.
Una explosión de amor estalló en mí, una alegría
inmensa me invadió, un cariño universal me atrapó: la compasión en su máxima
expresión.
Me hiciste correr el ego, mi yo conocido, mi
cuerpo, mis deseos, mis pensamientos. Tuve que batallar fuerte, crecí de golpe,
sin tiempo para pensarlo ni decidirlo.
Siempre me marcaste por donde tenía que ir: vos tan
inteligente, tan creída, tan sensible, tan segura. Seguís siendo así, hoy a los
42 años.
Luego de un año, quería que viniera otro ser a este
espacio, no deseaba esperar mucho tiempo: “mejor todas chiquitas, así, después
tengo tiempo de hacer otras cosas”. Además, Naty tendría compañía.
Esta vez no fue tan desagradable al principio, ya
conocía todos los síntomas, y se transformó en algo llevadero.
Hubo modificación de proyectos en nuestras vidas y
tuvimos que alterar todos los planes conocidos en otro país muy lejano.
Mientras crecías en mi cuerpo, hubo variadísimos
cambios: de casa, trabajos, barrio, amigos, familia, ciudad. Naty, creciendo y vos
allí dando buenas señales.
Otra vez volví a tener fantasías, ensueños, deseos.
Todo era demasiado acelerado, en unos poquitos meses habías crecido mucho y ya
estábamos viviendo en otro país. Vos en mi cuerpo, Naty y yo. No había manera
de predecir quién eras ni qué ibas a ser.
Un día preparamos todo y me fui a la clínica,
acompañada por mi hermana. Mientras estaba en la camilla meditaba
pidiéndole a mi guía que todo saliera bien, miraba el reloj colgado de la pared
para ver cuánto tiempo iba a estar pariendo. Allí, en unas pocas horas, con
ayuda de algunas personas, saliste de mi cuerpo. Te apoyaron en mi pecho, fue
todo muy amoroso, suave, agradable. Eras Paola y estabas en este mundo.
Naciste tranquila, pacífica, dulce. Eso sería así
por mucho tiempo. Daba gusto tenerte en brazos, acariciarte, recibir tus
caricias.
Eras el un solcito que calentaba mi corazón. Tu
sonrisa permanente era un deleite.
Conocí y experimenté la ternura, algo que nunca
había sentido.
Pao, Paolita, hijita amorosa. Cuando dormíamos
juntas tus piecitos tibios calentaban los míos.
Y yo, aquí, extrañándolas horrores.
(Fines de mayo de 2022)
Hermoso...💕
ResponderBorrar